Por Fernando Hernández Gómez
fdohernandezg@hotmail.com
Transcurridos
apenas 45 días de su toma de posesión, Enrique
Peña Nieto efectuó su primera gira a Tabasco (14 de enero de 2013) para
hacer un anuncio que a los tabasqueños les creó enormes expectativas dados los
infortunios que su principal recurso natural –el agua– les venía causando de
manera recurrente cuando se presentaba en exceso.
En aquella fecha, cuando Arturo Núñez Jiménez tenía sólo 14 días en la gubernatura, el
Presidente de México anunció desde aquí el Programa Nacional de Prevención contra Contingencias
Hidráulicas, y habló de construir y
potencializar una nueva visión del agua para Tabasco.
La cosa parecía que iba en serio y en grande, pues aunque
en ese momento no se precisaron acciones a realizar se enfatizó que habría
propuestas y propósitos coincidentes con el gobierno estatal no sólo para
evitar inundaciones que pusieran en riesgo la seguridad de la población, su
patrimonio y la infraestructura de la entidad, sino hacer del agua una aliada del desarrollo del estado.
“Ésta es una muy buena oportunidad para
iniciar una relación fructífera”, le recalcó Peña Nieto a Núñez Jiménez cuando ambos recién estrenaban sus
mandatos y para dejar claro que la diferencia de filiaciones partidistas
–priista el primero, perredista el segundo– no sería obstáculo para trabajar en
propósitos comunes.
No puede decirse que la relación entre ambos mandatarios
haya sido de conflicto estos más de tres años transcurridos; creo que el
respeto y la cordialidad las distingue. Sin embargo, en cuanto a compromisos
presidenciales, a los tabasqueños les han quedado mucho a deber, tanto en el
tema del agua como en otros rubros fundamentales para el desarrollo estatal.
Poco, muy poco se ha avanzado en el tema del agua para
que podamos hablar de una nueva visión,
de un aprovechamiento racional e integral de este recurso, como ocurre en otras
partes del planeta.
Lo único que ha cambiado es el nombre de las estrategias,
que comenzaron a inicios del siglo con el Programa
Integral contra Inundaciones (PICI), que para fines de la primera década ya
se llamaba Plan Hídrico Integral de
Tabasco (PHIT).
Un recuento somero de lo realizado los últimos ocho años,
arroja que casi estamos en las mismas de 2013 cuando quien dirigía la Comisión
Nacional del Agua (Conagua), David Korenfeld Federman,
nos vendió el espejito de que “Tabasco
tendrá un futuro próspero con el agua”.
De acuerdo a datos de la misma Conagua, en el
periodo 2008-2013, con el PHIT se habían construido 257 kilómetros de bordos de
protección y ocho escotaduras, entre éstas El
Tintillo y Sabanilla, y el puente
Zapote III.
Desde el 21 de marzo de 2013, que la nueva estrategia se denomina Proyecto Hidrológico de Tabasco (Prohtab), la cosa está casi
igual. Le agregaríamos la conclusión de la compuerta El Macayo –inaugurada el 21 de junio de ese año– para el control de
las avenidas del río Mezcalapa hacia
sus afluentes Carrizal y Samaria, que llevaba 11 años de atraso,
como ocurre con todas las grandes obras federales en la entidad.
Los cercos de cemento y arcilla que amurallaron
Villahermosa han evitado, sí, que las crecientes de los ríos Grijalva, Carrizal y Viejo Mezcalapa
causen nuevos estragos a la capital, pero generaron otro problema: cerraron las
salidas al agua de lluvia.
Para remediar este olvido
en los planes de protección, el ayuntamiento capitalino que recién concluyó
tuvo que hacerle la chamba a Conagua
con el desazolve de la red de canales internos y la construcción de lo que
llamó estaciones de bombeo aéreas.
Cuando arrancó el Prohtab se anunciaron 185 obras y
acciones para el control de
inundaciones, el aprovechamiento del agua con fines productivos y el
mejoramiento de sistemas de drenaje y alcantarillado. Incluso se presumió que
se disponía de una bolsa superior a dos mil millones de pesos que se han venido
prorrogando y ejerciendo casi a cuentagotas.
Todavía en este 2016 se habló que de la bolsa quedaban
mil 100 millones de pesos para ejercerse este año, pero la última noticia que dio el director local de Conagua, Alejandro Gutiérrez Marcos, es que los recortes presupuestales que
hizo la Secretaría de Hacienda al presupuesto federal, despojaban al Prohtab de
500 millones.
Lo
disponible –600 millones– alcanzarán apenas para no dejar botadas obras en marcha y remendar los deterioros que son palpables
en la infraestructura de protección de Villahermosa y otras cabeceras
municipales ribereñas.
Ni en sueños
se lograría que el gobierno federal dispusiera –vía Conagua– de una partida
extra de tres mil 500 millones de pesos, que desde aquel 2013 le solicitó el
gobierno municipal para renovar el drenaje de esta capital.
Los gobiernos estatal y capitalino han hecho su parte con
la adecuación de la normatividad para evitar el crecimiento poblacional en
zonas de riesgo y mantener en óptimo funcionamiento los sistemas de desalojo de
aguas pluviales, pero la Federación tiene una asignatura pendiente con los
tabasqueños: la promesa presidencial para construir una nueva visión del agua, para que este recurso deje de ser amenaza y
se convierta en un firme soporte del desarrollo.
¿Será posible esto antes de que finalice el régimen peñista? Doble contra sencillo.
AL GRANO
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