Por Fernando Hernández Gómez
fdohernandezg@hotmail.com
¿Será México el muro
de Estados Unidos en la frontera con Centroamérica para contener a grupos de migrantes
de aquellos y otros países que buscan llegar con nuestro vecino del norte,
donde son menospreciados?
Por ser paso
obligado de miles de centroamericanos –sobre todo hondureños– y personas de otras nacionalidades que dejaron
casa y familia para aventurarse a ir por el sueño
americano, a México y sobre todo a sus estados fronterizos toca hacer
frente al enorme problema que representa el flujo migratorio.
No es solo complacer al presidente Donald Trump, que amenazó con imponer
aranceles de cinco por ciento a todas las importaciones mexicanas si no se cerraba la frontera con Guatemala a
inmigrantes indocumentados, sino atender el complejo problema que representa quedarnos
y atender a miles de extranjeros que demandan comida, cobijo, atención médica,
ingresos y paso libre.
El problema se agrava para las entidades que
comparten frontera con Guatemala –Chiapas, Tabasco y Campeche– por donde se
internan los migrantes bienintencionados que, además de su hambre y esperanzas,
vienen ‘acompañados’ de delincuentes
comunes, y traficantes de drogas y de personas.
En Tabasco no llegamos a los niveles de Chiapas,
donde el flujo migratorio en sus 654 kilómetros de frontera con Guatemala se
cuenta por miles cada día. Aun así, la cifra de personas de origen
centroamericano, sudamericano, cubano y hasta de naciones de Asia crece aquí cada
vez más. Sólo en lo que va de junio se han asegurado
a mil migrantes extranjeros que se internaron en territorio tabasqueño por la
aduana de El Ceibo, o por los ríos San
Pedro y Usumacinta.
Afortunadamente tenemos un Presidente del
sur-sureste que conoce el viacrucis
que padecen los migrantes (asaltos, secuestros, violaciones y vejaciones por
bandas locales y el crimen organizado con la complicidad de autoridades de los
tres órdenes de gobierno) y, también, las carencias y rezagos de esta región
que reclama justicia social por el abandono y marginación ancestral.
El viernes 14, Andrés
Manuel López Obrador dio a conocer su plan para atender al
flujo migratorio por México, con el propósito –lo admitió– de “evitar la
confrontación con el gobierno de Estados Unidos”, pero también de afianzar la
vía que implica impulsar el desarrollo, actividades productivas, crear empleos
y bienestar, para que se dé una solución de fondo al fenómeno migratorio.
El plan contempla dos vías: una, la de seguridad, a
cargo de Francisco Garduño Yáñez, nuevo
comisionado del Instituto Nacional de Migración (Inami) que establecerá una
barrera de contención a la migración ilegal, mediante un despliegue de la
recién creada Guardia Nacional –que esta semana deberá tener cubiertos los 68
cruces fronterizos (sólo 10 formales) con seis mil elementos–, y dos, la del desarrollo
y bienestar en la región sur-sureste.
Esta última línea de acción la encabeza el
comalcalquense Javier May Rodríguez,
subsecretario de Inclusión Productiva y Desarrollo Rural Territorial que estará
al frente de 200 empleados de la Secretaría de Bienestar y establecerá su base de operaciones en Tapachula, Chiapas.
El plan del gobierno mexicano busca contener, no
solo con mecanismos de seguridad, la migración de centroamericanos que decidieron
emprender esta ruta tan peligrosa para su integridad, sino retenerlos en sus
lugares de origen, ofreciéndoles allá, mediante una acción coordinada con los
gobiernos de Estados Unidos y de países del istmo, y con organismos multilaterales,
opciones efectivas de empleo, ingreso y bienestar familiar.
No es sencillo poner fin al problema cuando detrás
de la migración hay un negocio ilícito, criminal que implica seis mil millones
de dólares al año, por los tres mil 500 y hasta siete mil dólares que tiene que
pagar cada centroamericano a las bandas de polleros
para que los crucen a Estados Unidos.
“Nada más el día de hoy (viernes 14) son
20 millones de dólares entre que amaneció y anocheció, porque es lo que les
cobran (los polleros); o sea, aquí
hay dos partes: un flujo motivado por la pobreza y un negocio inmenso que son
seis billones de dólares (cifra de EU) al año”, según lo expuesto por el
secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo
Ebrard Casaubón. Y acotó: “no hay nadie que llegue sin haber pagado”.
Terrible.
Según el canciller mexicano, “hay en este momento un
millón y medio de personas en México que no sabemos, la autoridad, cómo se
llaman, y no nada más de Centroamérica, de la India, Paquistán, Etiopía, de
muchos países del mundo. Entonces, no estamos contra ellos, lo único que
estamos diciendo es: ‘Necesito que te registres, necesito que me digas qué
vienes a hacer a México. Y si vas a EU, te informo: no por decisión mexicana,
los norteamericanos tienen sus leyes, sus decisiones y no te van a permitir o
vas a sufrir mucho para poder estar en Estados Unidos’. Eso no es una decisión
de México”.
Y por las condiciones paupérrimas que hay en sus
países, cada vez son más centroamericanos que quieren pasar por México hacia
EU. Por lo pronto, para complacer a Mr.
Trump, desde mañana estarán sellados
los 68 cruces.
AL GRANO
CON
EL PRESIDENTE López Obrador y los gobernadores del sur-sureste estuvo el
viernes en Palacio Nacional, Adán
Augusto López Hernández… Patentizó que de parte de la administración
tabasqueña, “nuestro
compromiso está vigente: colaborar en todo con el gobierno federal para que
este plan de desarrollo regional Centroamérica y México llegue a buen puerto”…
Asentó el mandatario estatal que “Tabasco es de los tres estados fronterizos,
el que tiene menor franja, 104 kilómetros, pero no por ello vamos a dejar de
apoyar y de respaldar la política del gobierno federal”…
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