Por Fernando Hernández Gómez
fdohernandezg@hotmail.com
No creo que en 2018 algún candidato presidencial
supere en Tabasco a Andrés Manuel López
Obrador. Arrasó aquí en 2006, en 2012 y volverá a sacar la mayor votación
el año que viene. Muy poco tienen que hacer aquí sus adversarios.
Aunque hay que diferenciar: una cosa es esa fascinación que motiva a sus paisanos a
sufragar por él siempre que su nombre aparece en la boleta electoral y otra,
muy distinta, que los tabasqueños vayan a votar
ciegamente por todos los candidatos de Morena.
Sí, el efecto
Peje fue fundamental para que en 2006, el PRD –que entonces era su partido–
se llevara el carro completo de
diputaciones federales y senadurías.
En 2012, cuando las elecciones federales y
estatales se empalmaron por primera
vez, sucedió otra vez el carro completo
para el PRD en cargos al Congreso de la Unión, la mayoría de diputaciones
locales y se experimentó la alternancia en gran parte de los ayuntamientos,
donde la ciudadanía cambió al partido en el gobierno municipal.
Nada, ni las plazas llenas, garantizará en 2018 que
Morena arrasará con los cargos federales y locales que estarán en disputa en
Tabasco.
La lealtad
del electorado tabasqueño hacia López Obrador no está en tela de duda. Es sólo con él. Otra cosa sucederá con quienes
compitan por Morena para la gubernatura, para las posiciones en el Congreso
local y para las presidencias municipales.
En las elecciones intermedias de 2015, tanto
federales como locales, se vio que la popularidad de López Obrador no se endosa en automático a los demás
candidatos de Morena.
Lo que sucedió en 2016, cuando se repitió la
votación para presidente municipal de Centro, es ejemplo que el efecto Peje no favorece ni a sus hombres de mayor confianza, pues en ese
proceso extraordinario se vio a López Obrador apersonarse para tratar de arrastrar con su popularidad al aspirante de Morena, Octavio Romero Oropeza, quien quedó en segundo lugar abajo del
perredista Gerardo Gaudiano Rovirosa.
Tal vez no resulte aventurado decir que Gaudiano
Rovirosa y el PRD ya demostraron, en 2016, que es posible vencer a los candidatos de López Obrador.
Tal vez se equivoquen quienes, desde ahora, ya le
extendieron el acta de defunción al
PRD en Tabasco, augurando que ese partido será echado de la Quinta Grijalva
y de las posiciones de poder que ocupa actualmente.
Tal vez se equivoquen quienes creen que, por el
solo hecho de pasarse a las filas de Morena y abanderar a ese partido en las
contiendas del año venidero, ya tienen el
triunfo en la bolsa. Los abucheos
del domingo pueden traducirse en votos de
castigo de la gente de Morena en los comicios del 2018.
No sé si el PRD vaya a retener la gubernatura. Habrá que ver quién resulta su candidato,
conocer sus atributos y su oferta política en una contienda que no sólo se dará
en las secciones electorales, sino que el debate estará sobre todo en los
medios de comunicación, en las redes
sociales.
Habrá que ver la capacidad de los perredistas para
mantenerse cohesionados a la hora de designar candidato y, enseguida,
corroborar la voluntad de inclusión de su abanderado.
No sé si López Obrador ya tenga comprometida la candidatura de Morena para
el gobierno estatal, pero quien resulte su abanderado –sea Adán Augusto López Hernández o cualquier otro lopezobradorista– tendrá que meterse
a fondo en una campaña propia y
actuar con humildad ante el electorado, para hacerse del voto mayoritario.
Lo del domingo en la Plaza de la Revolución no fue más que una demostración del músculo, de la capacidad de movilización
y acarreo para satisfacer el ego de
quien se quiere proclamar ganador de
la contienda presidencial antes que inicie siquiera el proceso electoral.
Se requiere mucho más que eso para ganar la
gubernatura de Tabasco. Algo que el PRD no soltará tan fácilmente.
Si con lo
que hicieron el domingo –llenar la plaza pública de siempre y con la misma
gente– se dan por satisfechos los morenistas,
en el 2018 se pueden quedar con un palmo
de narices, porque el sol azteca
no es solo el partido en el gobierno, es una maquinaria electoral que invertirá y apostará todos sus recursos
para ganar elecciones. Sabe cómo vencer al Peje.
Ya lo hizo.
AL GRANO
¿Nacho libre?
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