Por Fernando Hernández Gómez
fdohernandezg@hotmail.com
¿Cómo andan las cosas en Tabasco? ¿Será
necesario que, al arranque de la segunda mitad de su gestión, el gobernador Arturo Núñez Jiménez tiene que hacer
ajustes, cambios en su equipo de colaboradores? ¿Deben salir algunos
funcionarios del gabinete o de áreas de gobierno en que existe la percepción
que no hay resultados o que se está fallando con la encomienda?
Se estima que el mandatario tabasqueño
hará movimientos en su equipo en los primeros días de junio, una vez que
finalice el efímero periodo del Concejo Municipal de Centro, encabezado por Francisco Peralta Burelo. El nuevo
alcalde, Gerardo Gaudiano Rovirosa,
cambiará a todos los funcionarios de primer nivel y, entonces, el concejal
presidente o algunos de su equipo encontrarán cobijo en la administración
estatal.
El equipo de Núñez Jiménez no ha sido
estático. El actual gobernador no aplica aquella máxima de uno o más de uno de sus antecesores de triste final:
“Juntos llegamos, juntos nos vamos”.
Por diversas circunstancias, que van
desde bajo rendimiento y hasta promociones políticas –por citas sólo dos
cuestiones– Núñez ha cambiado a los secretarios de Planeación y Finanzas, al de
Salud (en dos ocasiones), de Contraloría, de Educación, de Comunicaciones y
Transportes, de Ordenamiento Territorial y Obras Públicas, y de Administración.
Los nombramientos que hizo generaron movimientos en otras áreas.
Hacia el cierre de gobierno (le faltan
dos años y medio) el titular del Ejecutivo tiene que ir consolidando las áreas
estratégicas de la administración; aquellas en las que aplicará inversiones
importantes para obras o programas que quedarán como el legado de Arturo Núñez. Y si no hay cambios de secretarios, al
menos seguirá componiéndoles los equipos, como ya lo ha hecho en SOTOP y en
SCT, por citar dos áreas donde ha removido a subsecretarios y directores
generales.
Si bien en su equipo cuenta con
colaboradores que han sudado la camiseta
y entregado resultados –son palpables sólo que hay que ir a la periferia o
salir de Villahermosa–, hay otros que le han fallado al mandatario y le han
quedado a deber al proyecto de Cambio
verdadero.
La mañana de este lunes escuchábamos en Telerreportaje, a su titular Jesús A. Sibilla Oropesa, dirigir una
de sus clásicas cartas al gobernador,
en la que cuestionaba no sólo el desempeño de funcionarios, sino también su
probidad.
Chuy Sibilla habló
fuerte, pero sólo lo hizo con generalidades. Del caso referido de supuestas
prácticas deshonestas, de negocios personales al amparo del poder público, no
citó elementos de prueba.
“No te esté yendo bien en la tarea de
gobernar; empiezan a comentar una serie de anomalías graves de tu equipo y de
gente cercana”, manifestó el comunicador a su destinatario.
Y agregaría: “El comentario es que son
muy pocos los funcionarios de alto nivel que se salvan de negligencia,
deshonestidad, poco oficio; en fin, de todo lo que les critican los perredistas
a los gobiernos priistas, para abreviar”.
Por el régimen nuñista salió a dar la cara el secretario de Gobierno, César Raúl Ojeda Zubieta.
Sobre los supuestos casos de corrupción,
el número 2 de la administración
estatal, sostuvo: “Ten la seguridad que si el gobierno del estado, que si el
señor gobernador tuviera una información fehaciente que demostrara que lo que
se señala está amparado en la realidad, con mucho ya hubiera actuado en
consecuencia”.
Y Ojeda Zubieta resaltó: “La dimensión de Núñez Jiménez en
cuanto a la propia carrera que, tú reconoces, por tantos años ha transitado, no
va a venir a dejar su prestigio en el propósito mayor de su vida que es
gobernar Tabasco; al contrario, está obligado, lo está haciendo en ese sentido,
a trabajar con mayor ahínco, con mayor fortaleza, confiando en que en el
despertar ciudadano, el acompañamiento de los ciudadanos tendrá que dar frutos
favorables”.
Ese ‘dar frutos favorables’ que anotó el
secretario de Gobierno pasa necesariamente por un reforzamiento del equipo. A
la mitad del periodo; bueno, un poco más allá de los primeros tres años, es un
buen momento para hacer a un lado lo que no ha funcionado y dar oportunidad a
otros que, en otros espacios de participación pública o política, han
demostrado tener las capacidades y tamaños que se requieren para consolidar la
acción de un gobierno.
AL
GRANO
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